Tener un hermano heavy tiene sus ventajas,
no creo que nunca me hubiera dado por escuchar a estos grupos. También tuvo sus
inconvenientes, que el paso del tiempo reconvierte en anécdotas de las que
incluso te ríes, pero que en el fragor de la adolescencia impedían que me
concentrara en los estudios. Cuantas conversaciones inútiles para que el niño fuera
más obediente, tranquilo y respetuoso con unas normas mínimas de disciplina.
Porque hacía lo que le daba la gana y los demás pagábamos el pato. Cuando mi
madre agarraba el canasto de las chufas, ya no había vuelta atrás,
arremetía contra los tres y nos ponía las peras al cuarto, tuviera o no razón.
Broncas, riñas, voces, ... Los que tenéis hijos adolescentes sabéis de lo que
hablo, aunque no sé si alguno de ellos llega a los extremos de mi hermano. Y
aquí dejo el tema pues los detalles más escabrosos no se pueden contar, son
parte de su biografía e intimidad y madre impuso silencio. Pero cuanto daño me
hacían las cosas que pasaban en casa, como a mi hermana, que también vivió todo
esto con una intensidad que la hizo enfermar. Años de médicos, de tristeza y de
impotencia. La última palabra la tenía mi madre. De nada servía que yo
intentase sugerir soluciones, aunque sobre mí cargaba sus dudas, sus problemas
y sus iras. El tiempo y la ayuda de mis tíos, paternos y maternos, hizo que las
cosas se fueran suavizando y sobre todo, que mi madre aceptara la condición
heavy de mi hermano, terminó por hacer de nuestra familia un hogar más
sosegado.
Con el paso de los años mi hermano se ha
convertido en un hijo muy dulce, tanto es así que nuestra madre lo es todo para
él. Tenedlo en cuenta los que sois padres, es difícil educar a un hijo pero la
perseverancia tiene sus frutos y con el paso del tiempo, a veces muchos años
después, recibiréis la respuesta a tantas noches de insomnio.
Mi hermano, por otro lado, era el ser más
alegre y dicharachero que te puedas encontrar. Yo me reía muchísimo con sus
imitaciones de Doña Rogelia y los muchos chistes y aventuras que me contaba.
Fantasear con la realidad fue algo que debió heredar de mi padre. De niños, los
domingos por la mañana mi padre nos daba una voz para que fuéramos a la cama
con él. Mi madre, que se había levantado pronto, ya andaba faenando por la
casa. Los demás tardábamos un poco más. Y pasábamos un buen rato escuchando los
cuentos, leyendas, fábulas y aventuras que mi padre nos contaba. Sabía cientos
de cuentos de memoria, por lo que siempre los contaba igual, hasta
cantando, cuando llegaba la parte de Blancanieves donde los enanitos regresaban
a casa después del trabajo, "I go, I go, a casa a descansar, lara laa".
Caperucita Roja, La ratita presumida, El gato con botas, El chanchito volador,
La Bella durmiente, El patito feo, El traje nuevo del emperador, La pequeña
cerillera, Las aventuras de Pinocho, Los cuentos de las mil y una noche, las
historias del tonto de Valdetomates,... Y nos recitaba también poesías,
recuerdo especialmente la de Rubén Darío, "Margarita, está linda la
mar". O nos contaba sus aventuras de niño y viajes por España y Francia.
Mi padre había aprendido francés en el instituto pero sobre todo porque daba
clases a unos niños que veraneaban en La Granja con los que luego se iba a
Francia para ejercer como "institutriz". Cinco capitales de provincia
le quedaron por conocer en España, que no sé cómo lo hizo, si nunca tuvo un
duro, pero que supongo obtendría con lo que ganara dando clases particulares y
trabajando desde muy joven.
Al fallecer se perdieron tantas cosas y me
hubiera gustado poder preguntarle tantas otras. Muchas dudas que me han surgido
en el camino de la vida y he tenido que resolver sola, pues con mi madre no
había la misma comunión. He echado tanto de menos el latido de su corazón,
primero aquel que todos tenemos y después el sonido metálico de la
válvula de platino que tuvieron que colocar reemplazando la arteria aorta. Tuve
un reloj que sonaba igual, que conservo aunque está estropeado y que siempre he
pensado arreglar pero que nunca me he decidido a hacerlo. No creo pudiera
resistir los recuerdos que me produciría oír de nuevo aquel sonido.
Tomó el relevo mi hermano como contador de
historias. He pasado muchas horas con él en el cuarto de estudio, jugando o
escuchando sus fantasías. También había mucha conexión con él, cosa que no
ocurría con las mujeres de la casa. Han tenido que pasar muchos años para que
me reconciliase con la imagen femenina. El caso es que mi madre tenía mucha
confianza conmigo y siempre me contó también sus historias, sus aventuras y
vivencias en el pueblo y sus dudas existenciales. Probablemente lo más difícil
haya sido la relación con mi hermana. Ya de niña se mantuvo siempre al margen
de los juegos con mi hermano y de las trastadas que hacíamos los dos. Tampoco
participaba de las mañanas de domingo en el pueblo, de los relatos en la cama
de mis padres. Siempre he pensado que tiene el síndrome de la hermana mayor,
desplazada por un segundo hijo-varón y un tercer hijo, yo, niña que pasa a
recibir los mimos y carantoñas que ella en su momento recibió pero que ha
olvidado. Pobre hermana mía, sobre ella cayó el peso de la responsabilidad que
le legó mi padre ya moribundo. "Cuida de tus hermanos pequeños". Sin
embargo, no sé bien porqué esto debió causarle tanto problema ya que nunca lo
hizo. Se produjo en mi familia un intercambio de papeles, mi hermano pasó a
actuar como si fuera el pequeño, mi hermana pasó a ejercer de mediana y a mí me
tocó asumir el protagonismo de la mayor, originando una familia tan
disfuncional. He tenido que hacer terapia alternativa (constelaciones
familiares) para entender la problemática y recolocar la situación. En eso
estoy ahora, en posicionarme en la familia en el lugar que me corresponde y
hacer que los demás ocupen también el lugar que les toca.